¡Bienvenidos!

Muchos de nuestros amigos trabajan, como nosotros, con las palabras. Entre ellos, hay correctores, maestros, profesores, traductores, periodistas, abogados, estudiantes y publicistas que, a veces, nos consultan sobre sus dudas y, a veces, nos transmiten conocimientos que ignorábamos.

Pensando en ese maravilloso intercambio al que nos invita nuestra lengua, decidimos inaugurar este espacio. Sabemos que no es novedoso, pero estamos convencidos de su utilidad (y creemos que nos va a servir a todos).





Mónica Márquez

Gustavo Luchini

7/8/07

Instrucciones en español

«... Quizá necesite algún lector un banquito para ponerlo en eso que ahora llaman terraza y, antes, simplemente balcón. Ha pensado solazarse contemplando, sentado en él, las nubes de gas fétido que ascienden de la calle, y escuchando el rudo concierto que forman el escape abierto de la moto y del camión. Acude, por tanto, a la tienda donde se venden los banquitos, y elige uno, importado, de la marca Futura, cuya resistente ligereza pondera el vendedor. Sus piezas están impecablemente embaladas, y se le asegura que dentro hallará las instrucciones para montarlo.
Lo recibe en su casa, y rompe el embalaje ante su familia expectante. Ahí están, en efecto, las recomendaciones prometidas. Vienen en alemán, inglés, francés y otro. Como ignora las tres primeras lenguas, sospecha que el otro es la suya. Y lee: “Instruction de montage”. Pasa por alto las que cree erratas, y prosigue: “1. Ponga los pies uno al lado del otro”. Como los bancos no suelen tener pies sino patas, piensa que debe juntar los propios, y une enérgicamente los talones. Algo, sin duda, extraño, pero las técnicas son hoy muy estrictas. Pasa a la instruction 2, que reza: “Coloquén el asiento sobre los pies y fijé los tornillos facil”. Sorprendente; se pone el tablero de canto sobre los empeines —por suerte, lo hemos dicho, es ligero—, pero ya no sabe qué hacer con los tornillos que debe fijé facil.
En postura tan extravagante, sigue leyendo: “3. Fijén el apoyo y atornillélo”. Su mujer, sus hijos, lo contemplan inquietos al verlo inmóvil. Ansioso, continúa: “4. Montén la escuadra medial y appretén los tornillos fuerte”. Ya desesperado, acomete el número 5: “Tapén los bujero con los tapones”. Y arroja el banco a la calle, que cae sobre un perro y lo mata.
Un mejor conocimiento de lenguas le hubiese ahorrado la fuerte indemnización, porque el perro tenía pedigree
. En ellas, el procedimiento está bien descrito. Hubiera acertado con sólo apoyar las patas del banco en el suelo, y atornillar a ellas ligeramente el respaldo; colocando después el asiento, y atornillándolo; haciendo lo propio con la pieza en escuadra que une el asiento al respaldo; apretando ahora con fuerza todos los tornillos, y ocultando, por fin, las cabezas de éstos (“los bujero”) con los tapones de plástico.
He aquí la amenaza, con rasgos ya de injuria: la apertura de España como mercado libre, ha desatado, y desatará pronto mucho más, una oferta ilimitada de productos con “literatura” adjunta en castellano, imprescindible, a veces, para su manejo o uso. Pero vendrá redactada, según sugiere el caso anterior, con la creencia en que cualquier cosa vale para nosotros; como ese idioma que parece elaborado por antropoides catatónicos...».



LÁZARO CARRETER, Fernando, El dardo en la palabra, 4.ª edición, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 1999.

Nota: La voz inglesa pedigree, que significa ‘genealogía de un animal de raza’ y se usa en ocasiones referida a personas o a cosas, ha sido españolizada; debe usarse, entonces, pedigrí. Tiene dos plurales válidos: pedigríes y pedigrís.